Relatos de encuentros y conexiones en Bogotá.

Musicoterapia en Bogotá

Cerca de 16 voces, cada una cargada con incontables experiencias, llenaban la amplia sala del Senior Living de Calucé, ubicado en Bogotá. No estaban solas; se congregaron para sumergirse en el programa de musicoterapia llamado Reminiscencias, guiadas por el talentoso Adrian Hidalgo.
Adrián, músico, saxofonista, y musicoterapeuta colombiano, compartió conmigo un vistazo a su fascinante labor en Calucé.

«En Calucé, nos enfocamos en mantener la agudeza cognitiva, promover el equilibrio emocional y ralentizar los procesos degenerativos de enfermedades como el Alzheimer, la demencia frontotemporal y la demencia senil. Además, buscamos fomentar la musicoterapia preventiva para garantizar una vejez saludable y consciente».

Adrián Hidalgo


En esa soleada tarde del viernes 22 de marzo, Adrián inició con un ejercicio de respiración diafragmática para preparar las voces de los participantes, quienes entonaron una variedad de canciones tradicionales latinoamericanas, cada una con ritmos distintos que despertaban recuerdos y emociones. La energía y emoción de cada uno me contagió y fue inevitable no involucrarme en la dinámica coral e ir sintonizando más con el grupo.

Al observar cómo los adultos mayores respondían con entusiasmo al canto coral me llevó a reflexionar sobre el poder transformador de la música, capaz de infundir vitalidad y llevar la mente a estados distintos, sin importar la edad o condición física y mental. Tras esta actividad, en la que contamos con la participación de Andrés Buitrango, pianista y estudiante del Máster de musicoterapia de la Universidad Internacional de la Rioja, nos sumergimos en una entrevista con una de las participantes, a quien llamaré Josefina. Mientras Adrián realizaba las preguntas y guiaba la entrevista, Andrés musicalizó las respuestas y momentos emotivos con su piano, lo que demostró cómo la música puede enriquecer la comunicación y potenciar experiencias, creando un ambiente íntimo que concentra la atención de todos los presentes. Escuchar a Josefina no solo fue un acto pasivo, sino una experiencia de empatía y conexión con sus historias y recuerdos. En momentos como este, la música, aunque no sea la protagonista principal, es innegable su papel en profundizar las experiencias compartidas.
La sesión en Calucé llegó a su fin, y fue momento de despedirse de los participantes y el personal, quienes me hicieron sentir acogido y bienvenido.
Adrián también me reveló que aplica la musicoterapia en la Clínica Montserrat, donde trabaja con diversas poblaciones, desde psicogeriatría hasta infantojuvenil y adicciones. Desde un enfoque integral, promueve la autorregulación y el equilibrio emocional mediante experiencias musicales, complementando así los tratamientos médicos. Para casos que requieren atención especializada, Adrián enfatizó que «la musicoterapia se adapta de manera complementaria al tratamiento prescrito por el psiquiatra«.

Una grata sorpresa fue descubrir que, además de su labor como musicoterapeuta, Adrián es el saxofonista de la banda Caballos de Fuerza, quienes se presentarían en el cierre del Festival Estéreo Picnic. Esta revelación no solo despertó admiración, sino también un profundo orgullo por un colega cuya vida está impregnada de la música.


Rumbo a La Calera

La belleza de sumergirse en situaciones de incertidumbre radica en el desafío de permanecer en un estado de atención, permitiéndonos apreciar cada momento y a las personas que lo conforman.

A las afueras de Bogotá, a unos apacibles 18 kilómetros de distancia, se encuentra el encantador municipio de La Calera, envuelto por exuberante vegetación y un ritmo de vida mucho más sosegado que el de la capital colombiana. El trayecto hacia La Calera me brindó un momento de reflexión, repasando las impresiones del día anterior junto a Adrián. Quizás absorto en mis pensamientos, perdí el rumbo y tuve que regresar sobre mis pasos para finalmente llegar a mi destino.
Fue en La Calera donde tuve el privilegio de encontrarme con María Stephanie Vanegas, una multifacética artista: músico, bandolista, docente universitaria y miembro de la Asociación Colombiana de Musicoterapia. Nuestra conversación no estuvo marcada por voces o instrumentos musicales, sino por el deleite de compartir un exquisito almuerzo en uno de los acogedores restaurantes, y luego, un delicioso “tintico”.
Con Stephanie, surgieron múltiples temas de conversación, algunos quedaron en el aire, esperando ser explorados más adelante. Desde nuestras trayectorias hasta nuestras percepciones sobre la vida y nuestra relación con el mundo y la música, cada tema nos llevó por un viaje de introspección y descubrimiento.
Stephanie compartió conmigo sus experiencias, incluyendo un fascinante viaje a Ecuador, donde exploró las similitudes y diferencias entre nuestras culturas regionales. Además, me reveló su labor como tutora de prácticas de estudiantes de Musicoterapia, así como sus investigaciones en el campo de la música y la terapia musical, destacando su enfoque en el trabajo con niños a través del juego y su compromiso en el acompañamiento a personas en procesos de duelo.

Aunque inevitablemente llegó el momento de despedirnos, fue una hermoso inicio de nuestra relación de trabajo y amistad, dejando la puerta abierta para futuros encuentros y aprendizajes compartidos no solo a nivel personal sino también entre los musicoterapeutas de nuestros países de origen.


Despedida

“Uno vuelve siempre
A los viejos sitios donde amó la vida.” – Canción de las simples cosas.


Cada viaje es una oportunidad para descubrir nuevos puntos de vista y expandir nuestros horizontes, y para mí, no hay mayor privilegio que explorar entornos donde la musicoterapia ha florecido. Cada encuentro, cada conversación, ha sido un tesoro de aprendizaje que ha transformado mi perspectiva sobre esta noble profesión.
Recorrer las calles de Bogotá y los paisajes serenos de La Calera, me han permitido sumergirme en el ambiente donde resuena la musicoterapia y así tener una mejor comprensión de su poder sanador y transformador. Desde la vibrante sala del Senior Living de Calucé hasta el acogedor restaurante de La Calera, he sido testigo del impacto profundo que la música puede tener en nuestras vidas, tanto en los pacientes como en los profesionales que ejercen la musicoterapia.
Conocer a personas como Adrián, Andrés y María Stephanie ha sido un verdadero honor. Su dedicación y pasión por la musicoterapia son inspiradoras, y cada conversación ha sido un recordatorio de la importancia de seguir explorando, aprendiendo y compartiendo en este viaje de descubrimiento.
Es en estos momentos de encuentro y conexión donde se forjan los lazos que trascienden el tiempo y el espacio. A través de la música, hemos encontrado un lenguaje común que nos une en un profundo sentido de comunidad y comprensión.
A medida que cierro este capítulo de mi viaje, quiero expresar mi profundo agradecimiento a todos aquellos que han cruzado mi camino y han enriquecido mi experiencia. Cada nota, cada sonrisa, cada historia compartida ha dejado una huella imborrable en mi corazón.

Invitación


Comparto esta bitácora como un relato para que sirva como una invitación a todos aquellos que están interesados en abrir sus corazones y sus mentes a la magia de la musicoterapia y la salud mental. Que puedan encontrar en ella un espacio seguro, de consuelo y una fuente inagotable de inspiración.
Que la música continúe siendo nuestro faro en la oscuridad, guiándonos hacia un mundo de compasión, esperanza y amor.

Con gratitud,

Mario Ayabaca

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